En términos generales la cadena visceral está formada por el conjunto de órganos, glándulas y tejidos que se localizan en nuestras cavidades corporales. Las vísceras no están colocadas ahí como quien coloca un objeto dentro de una bolsa. De ser así nunca tendríamos orden. Podemos pensar que nuestro estómago siempre estará a la izquierda, debajo de los pulmones y el corazón, así como nuestro hígado estará a su derecha y el resto de órganos estarán en sus respectivos sitios. Esto se debe gracias a un conjunto de ligamentos que sujetan los órganos entre sí y gracias al tejido del peritoneo, que es como el saco que contiene las vísceras. Pero el peritoneo tampoco está libre en nuestro interior. Está ligado a nuestra estructura ósea (la columna, las costillas y la pelvis) y también a los músculos que la rodean. De manera, que tenemos una “cadena visceral” que se encuentra delante de la columna lumbar y relacionada con ella a través de diferentes tejidos conjuntivos que le otorgan flexibilidad, movilidad y estabilidad, influyendo en su estática (su posición) y su dinámica (su capacidad de movimiento).
Cuando existe un problema visceral, por ejemplo un colon irritable, o una úlcera de estómago o un serio problema de estreñimiento, nuestro cuerpo como hemos explicado antes, va a protegerse del dolor. En este caso, hará que los tejidos que rodean ese problema se aproximen al punto de dolor para aliviar su tensión, de la misma manera que un niño pequeño se encoge sobre su estómago cuando tiene un cólico. Esto implica que nuestra columna vertebral lumbar, puede aumentar su curva (lordosis) hacia adelante para reducir el espacio que hay con el punto de dolor, tirada por los músculos, ligamentos y tejido conjuntivo que se recogen alrededor del problema. Al aumentar la lordosis, nuestros discos vertebrales aumentan su presión posterior.
Cuando este problema se convierte en algo a largo plazo, tenemos una columna vertebral que sufre continuamente presiones, lo que nos lleva a una lumbalgia rebelde que no reacciona a los tratamientos habituales. Aun habiendo resuelto el problema médico, los tejidos, que cuentan con memoria, seguirían protegiendo la zona hasta que “alguien”, digamos las “manos del terapeuta”, les ayuden a volver a su estado inicial.
Aquí es donde entra la terapia visceral. La liberación de estas tensiones y el alivio del dolor harían que los tejidos recobraran su longitud y tono normal y restaurará el equilibrio de la columna lumbar, aliviando así esas lumbalgias rebeldes, que hasta ahora no habían respondido a ningún tratamiento.
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