El pie es nuestro punto de apoyo con el suelo cuando estamos de pie o haciendo deporte. Su estructura esta diseñada para repartir el peso y amortiguar los impactos con el suelo.
La importancia del calzado:
Su mal funcionamiento puede ocasionar problemas no sólo en el pie, sino también en tobillo, rodilla, cadera o espalda. Se puede hacer una comparación con un juego de construcciones para niños. Imaginemos que construimos una torre en perfecto equilibrio. Entonces modificamos la pieza más inferior. Si queremos que la torre continúe en equilibrio deberemos compensarlo modificando las piezas de más arriba. El pie sería la pieza más inferior y cuando le ponemos un zapato que modifica su estructura estamos provocando una reacción en cadena de todo el cuerpo para mantener su equilibrio.
Elegir el calzado:
1. PROVAR EL PIE ENCIMA DEL ZAPATO:
Una primera prueba muy sencilla pero que casi nunca realizamos cuando queremos cambiar de zapatos es poner nuestro pie descalzo encima del zapato. Si nuestro pie sobrepasa los límites o no coincide con la forma del zapato ya podemos descartar esta opción, pues resulta evidente que modificaría la estructura y no permitiría un buen trabajo de nuestro pie.