No sin dificultades, los seres humanos contemporáneos hemos ido recuperando parte importante de la conciencia de nuestros cuerpos que la cultura, con sus velos, tabúes y creencias, nos hizo olvidar.
Afortunadamente, porque sin cuerpo no hay desarrollo ni evolución verdaderos. El arte del masaje terapéutico, tan difundido y aplicado en la actualidad, es uno de estos placenteros logros.
Quizás sea el masaje el instrumento terapéutico más antiguo del ser humano del que se tiene registro. La historia nos cuenta que los sumerios, hace 4 mil años, ya lo utilizaban, y que los reyes de Babilonia, en esa misma época, gozaban los deleites de los masajes con aceites esenciales.
“Contactar, tocar o contener con la intención de aliviar fue la cura más antigua en la historia de la humanidad –dice Andrea Roxana Sajnovsky, en su libro “Feng Shui del Cuerpo, Autoconocimiento y salud”, de Editorial Kier-. El contacto sanador, mediante masajes y frotaciones, era utilizado aun antes de que se suministrasen hierbas. La terapia corporal es la medicina original”.
Y añade que en épocas en que las ideas actuales sobre cuidado de la salud eran desconocidas, la autocuración y la aptitud sostenedora del cuerpo, la mente y el espíritu eran estimuladas a través del contacto.
“Luego –agrega- cuando el foco del cuidado de la salud se puso en la enfermedad (en desmedro del individuo), no se le prestó la debida atención a intentar realzar la capacidad curativa de la misma persona porque la enfermedad necesitaba ser destruida para que el paciente pudiera recuperar la salud”.
Asimismo, la autora, que es terapeuta corporal, plantea la interrogante: ¿Qué necesitamos para sanar? Y manifiesta que siendo adultos, debemos ocuparnos y responsabilizarnos de tantas cosas en el mundo externo que habitualmente descuidamos el interior. Y que si pudiésemos prestar durante cada día atención suficiente a nuestras necesidades internas, nos encontraríamos con muchos deseos ocultos que son sencillos de concretar.
“Soy de la idea – arguye Andrea Roxana Sajnovsky- de que lo que necesitamos son caricias, contacto, ser amados y que se nos demuestre a través de las manos, que son las herramientas del corazón (…) Que dejemos caer las barreras impuestas y permitamos que los vínculos con otras personas nos brinden la contención y la sanación que nuestro corazón reclama.”
El poder de la caricia
Para nosotros, los humanos de esta ajetreada época postmoderna, alejados como estamos de nuestros propios cuerpos –aún sin saberlo-, que pasamos nuestros días corriendo para cumplir nuestros múltiples compromisos, la sola palabra masaje nos suena a la tierra prometida, un placer que quizás no nos permitimos muy a menudo.
“El masaje –dice Osho en sus enseñanzas- es una de las artes más sutiles; y no es sólo cuestión de experiencia. Es más una cuestión de amor”.
El tacto, por su parte, es el menos utilizado de los sentidos, el que realmente nos pone en contacto con el mundo que nos rodea.
La piel, su órgano, es la que nos dice si hace frío o calor, la que nos protege de los microbios y la que se repara a sí misma cuando es necesario, regula el flujo sanguíneo, actúa como un marco para nuestro sentido del tacto, nos guía en la atracción sexual, define nuestra individualidad y contiene toda la carne y los humores dentro de nosotros, donde deben estar, dice Diane Ackerman, en “Historia natural de los sentidos”, de Ed. Emecé. Y agrega que “no sólo tenemos huellas digitales, también tenemos una disposición de poros que es única”.
Se ha dicho que los viejitos que están solos en los lugares de reposo para la tercera edad, o abandonados por sus familias, mueren porque nadie los acaricia… Asimismo, en el otro polo, se ha comprobado que bebés prematuros que fueron masajeados tres veces al día aumentaron de peso un 47 % más rápido que otros que fueron mantenidos aislados en sus incubadoras.
De la misma manera, numerosas investigaciones han demostrado que las personas que tienen mascotas viven más tiempo. ¿Por qué? Uno de estos estudios se hizo en Filadelfia con pacientes que habían sufrido ataques cardíacos, examinando un amplio espectro de variables y sus efectos en la supervivencia. Los dueños de mascotas eran los que sobrevivían más largo tiempo, lo que comprobó que acariciar a una mascota tiene un fuerte efecto curativo.
Para Osho, “el masaje es necesario en el mundo porque el amor ha desaparecido. Hubo un tiempo en que bastaba el mero contacto entre los amantes. Una madre tocaba al niño, jugaba con su cuerpo, y eso era masaje. El marido jugaba con el cuerpo de su mujer y eso era masaje; era suficiente, más que suficiente. Era en parte una profunda relajación y en parte amor. Pero eso ha desaparecido del mundo. Con el tiempo hemos olvidado dónde tocar, cómo tocar, cuán profundamente tocar. De hecho, el contacto es uno de los lenguajes más olvidados…”
Ninguna duda, entonces, la necesidad humana de tocar y ser tocados es una de las más importantes para nuestro bienestar físico y emocional, y ¿por qué no? para nuestra gratificación y nuestro disfrute de la vida.
Diane Ackerman dice al respecto que “el tacto es un curador tan poderoso, que acudimos a quienes lo ejercen profesionalmente (médicos, peluqueros, masajistas, profesores de baile, cosmetólogos, pedicuros, prostitutas y manicuras) y frecuentamos emporios del tacto (discotecas, limpiabotas, baños de barro)”.
El dolor, un gran aliado
Cuando estamos contracturados, nace el dolor, ese “incómodo mensajero” como lo llama Andrea R. Sajnovsky, señalando que en determinadas etapas de una terapia corporal no se evita el dolor, sino que sutil y muy precisamente se lo provoca, dentro del umbral específico en que se logra la liberación de la tensión.
En su obra, la autora recalca que si tenemos en cuenta la capacidad curativa del dolor, es una nueva confirmación de que el cuerpo tiene dentro de sí su propia medicina y sólo es necesario abrirse consciente y respetuosamente a éste, para iniciar el camino de la curación.
La terapeuta corporal manifiesta que este incómodo mensajero, el dolor, anuncia, lleva conciencia a un lugar olvidado, convirtiéndose en un gran aliado, puesto que si no existiese, la enfermedad nos encontraría muy tarde para llevar a cabo el proceso de la curación.
“Para encontrar la felicidad –asegura Andrea R.- es necesario atravesar el dolor. Entonces, el dolor podría ser la puerta sagrada del encuentro con la alegría”.
Ciencia, arte y técnica
El masaje ha sido definido como un arte, como una ciencia y, obviamente, como una técnica.
Pero más que una sola técnica es hoy el resultado de muchas y diferentes técnicas, provenientes de todas partes del mundo, desde las más simples, destinadas a relajar o inducir al sueño, hasta aquellas más específicas, para tratar necesidades, dolencias o malestares determinados.
Básicamente, el masaje está destinado a estimular la circulación, dilatar los vasos sanguíneos, relajar los músculos tensos y limpiar de toxinas el cuerpo mediante el flujo de linfa.
En la actualidad, hay cientos de tipos de masajes, centrados en diferentes objetivos, aunque todos tienen la misma meta final, que es la de ayudar al organismo a recuperar el equilibrio perdido.